El valor que se le ha dado al cuerpo a lo largo de la historia ha condicionado la idea que tenemos de nosotros mismos, así como el modo de representarnos y su manifestación artística. Un valor, sin duda, que también ha condicionado muchas de las conductas, problemas, plagas, enfermedades y pensamientos de la humanidad. El papel que juega hoy en día el “cuerpo” es fruto de la memoria histórica que se tiene de él, células vivas que habitan el “cuerpo artístico” global del siglo XXI.
Desde Platón arrastramos la idea del cuerpo como un instrumento del alma, lo realmente importante por encima de un cuerpo desvalorizado. La herencia cristina alberga un cuerpo contenedor de pecado y de culpa, un cuerpo por el que hay que pedir perdón, “concupiscente y mortal”[1]. El pecado cometido por Adán regala a la Iglesia la posibilidad de ponerse como mediadora entre el Reino de la Tierra y el Reino de los Cielos. El cuerpo deslegitimado por el cristianismo, constata de algún modo la idea dualista platónica cuerpo-alma. El pensamiento que recoge el cristianismo, ha castigado al cuerpo por ser un contenedor de lo humano, lo que se corrompe, lo que se pudre; frente a lo divino.
Tras los viajes históricos a los que es sometido el cuerpo, la Modernidad lo sitúa como individualizado, hasta desfragmentado y fisurado en los “anatomistas”. Se empieza a mirar de manera diferente lo real, el sujeto, el yo y la naturaleza.
La Modernidad es ese “proceso de racionalización histórica que se da en Occidente, que conjuga y consuma el desencantamiento del mundo instituido por las imágenes religiosas, míticas y sagradas”[2]. Descartes plantea un individuo, que prima sobre el grupo, al cuerpo como el límite entre todos los hombres. Pero el cuerpo molesta al hombre. El pensamiento es totalmente independiente del cuerpo y está basado en Dios.
“(…) y aunque posiblemente (o, más bien, ciertamente…) tenga un cuerpo al que estoy estrechamente unido, sin embargo, como por un lado tengo una idea clara y distinta de mí mismo, en tanto sólo soy una cosa que piensa y no extensa, y por otro, tengo una identidad distinta del cuerpo, en tanto es sólo una cosa extensa y que no piensa, es cierto que soy, es decir mi alma, por la que soy lo que soy, es entera y verdaderamente distinta de mi cuerpo y puede ser o existir sin él.”
Si el Cristianismo creó la idea dividida de lo que éramos, un cuerpo que es fuente de pecado; la Modernidad nos desvincula del teocentrismo, proponiendo una mirada al cuerpo, aunque desfragmentado, frente a la visión global del ser humano.
Al igual que Nietzche, que devuelve al cuerpo su condición de centro de gravedad del hombre, dejando atrás los intentos de desvalorizarlo, enfrentándose a la filosofía tradicional; muchos filósofos y pensadores de nuestro tiempo, han contribuido a la asimilación de este nuevo concepto.
Son muchos los pensadores, artistas y filósofos que hablan de ese cuerpo que somos, no de ese cuerpo que poseemos. El filósofo Jean Luc Nancy[3] lo concibe volcado hacia fuera. “No tenemos un cuerpo sino que somos un cuerpo” No hay enfermedades sino enfermos, “soy la enfermedad y la medicina, soy la célula cancerosa y el órgano (…)” [4] También su concepto de cuerpo se contrapone a la concepción platónica del cuerpo como cárcel del alma. Él no quiere escribir de ó sobre el cuerpo sino que quiere escribir el cuerpo.
Al igual que los artistas que utilizan el cuerpo como su lienzo artístico; Jean Luc Nancy, considera que escribir el cuerpo significa hacer inscripciones sobre él, tocarlo y esculpirlo con el pensamiento, desarrollar una somatografía para hacer que el cuerpo mismo sea leído. Para él el cuerpo es el “ser aquí y ahora”, es la exposición de la existencia.
En nuestro imaginario de “cuerpo” del siglo XXI en Occidente, se mezclan todos estos conceptos aprendidos, nuestra herencia cristiana al impacto mediático de la publicidad y sus exigencias que proponen un modelo de “cuerpo” estandarizado, siempre joven y sano, al que hay que llegar a veces a través de métodos menos saludables.
Ante ese cuerpo que parece ser un “envoltorio”, del que importa más su aspecto que su organicidad o su espiritualidad, algunos artistas se han revelado con representaciones extremas que contradicen este arquetipo.
El escritor japonés Kimitake Hiraoka, conocido como Mishima[5], confronta el concepto de belleza europeo con el japonés, y resalta la diferencia entre Oriente y Occidente respecto al narcisismo del cuerpo.
Para Mishima si no hay culto preliminar, el cultivo del cuerpo se convierte en pura mercancía. Alude a que en Japón, el budismo no contempla ninguna forma de veneración por el cuerpo. En Grecia, el cuerpo se consideraba una realidad esencialmente hermosa, y acrecentar su atractivo significaba desarrollarse humana y espiritualmente. En Japón, en cambio, los cultivadores de las artes marciales consideraban el ejercicio de estas disciplinas como un acto de afirmación de los valores espirituales y no de embellecimiento del cuerpo.
Ante este cuestionamiento de cuerpo como mercancía, de contradicción entre la belleza y la veneración por el cuerpo, llama la atención el trabajo de la artista preformática Orlan[6]. Con su llamado “arte quirúrgico” Orlan se somete, como acto performático y artístico, a operaciones quirúrgicas que deforman su rostro a su antojo. El equipo que interviene en las operaciones, médicos, enfermeros y ella misma, se visten con ropa diseñada por los más prestigiosos diseñadores, para la ocasión. Todo el proceso de principio a fin, es un ritual, tal y como sugería Mishima, sin cultivo previo sería “pura mercancía”.
El primer performance quirúrgico de la artista data de 1978. En esa ocasión introdujo la cámara en el quirófano y filmó la intervención, en la que se va reconstruyendo su rostro imitando partes de rostros de cuadros de diferentes personajes socialmente aceptados. Como resultado surge “La reencarnación de Santa Orlan” en la que cuestiona el cuerpo como objeto de belleza, estandarizado, que al fin y al cabo está separado del hombre.
“Mi cuerpo es el espacio donde trabajo, es mi software”, “Con la manipulación genética la metamorfosis será una realidad” (…) “A veces percibo vislumbres del horror que conlleva la normalidad. Todos estos inocentes que nos encontramos por la calle están agobiados por el terror de su propia vulgaridad. Harían lo que fuera con tal de ser únicos.”
Son varias las intervenciones quirúrgicas que han dado lugar a estas performances. Tras una de ellas Orlan resultó con dos “cuernos” en su frente, que maquillaba de color plateado para destacar, desarticulando el canon con el cual estas operaciones son utilizadas comúnmente. Es decir, no las utiliza para acercar su apariencia al modelo de belleza occidental.
“El Arte Carnal no está contra la cirugía estética, pero sí contra los estándares que ella vehiculiza y que se inscriben particularmente en las carnes femeninas, aunque también en las masculinas. El Arte Carnal es feminista, y eso es necesario. El Arte Carnal se interesa también por la tecnología de punta de la medicina y de la biología que ponen en cuestión el status del cuerpo y plantean problemas éticos”
Durante éstas acciones, la artista se mantiene despierta, lee fragmentos de algunos autores y participa de diversa manera mientras los cirujanos van rediseñando su cuerpo. A raíz de estas operaciones la artista ha diseñado un manifiesto[7] que contiene su concepto de “Arte carnal”, en el que recalca dos aspectos fundamentales: que lo que hace es un autorretrato clásico con nuevos medios técnicos; y que el arte carnal no investiga el dolor ni la redención por medio de éste. Sus intervenciones, en definitiva, transgreden la concepción de cuerpo cristiano, que separa alma de cuerpo y en la que el dolor físico es una forma de redención.
Orlan actualmente continúa explorando en la fotografía, el vídeo, la escultura, instalaciones, performances y biotecnología; además de dar clases en la Escuela Nacional Superior de Artes de París-Cegy. En el 2008 n el Espacio AV de Murcia se exhibió el proyecto ORLAN. Sutura/Hibridación/Reciclaje consistente en una invitación para colaborar con el diseñador de moda español Davidelfin para la marca Le baiser de l’artiste; este proyecto supone la hibridación del guardarropa de Orlan a partir de prendas que le han pertenecido según los distintos momentos de su biografía personal.[8]
Si Orlan se alza con voz propia a cuestionar la idea de un “cuerpo envoltorio” ; otros artistas lo hacen también desde distintas vertientes. Una de ellas es la de aquellos que nos llaman la atención acerca del cuerpo que contiene más allá del envoltorio, aquel que posee órganos, células y vida en su interior. La sociedad misma, hoy en día, se debate entre ese “cuerpo- envoltorio”, el de fuera, el que cuidamos, operamos, … y el “cuerpo-orgánico”, lleno de órganos, y vida, que nos conflictúa con el anterior. A éste solemos hacerle caso ante la enfermedad y son esos instantes los que nos acercan a la necesidad de unión entre esos cuerpos, mente y espíritu. Una enfermedad que surge de la fragmentación, concepto igualmente extensible a la sociedad.
Esta diferenciación actual entre estos dos cuerpos muestra dos nuevos conceptos enfrentados: el “cuerpo: caja de salud”, frente al “cuerpo: caja de belleza”. La poetisa ecuatoriana Aleyda Quevedo desculpabiliza al cuerpo y lo asume, en ocasiones, como parte de ese todo y se acerca al cuerpo desde dentro.
“Mi útero reposa/ en la bandeja de cirugía.
Se vuelve ceniza / en los basureros hospitalarios”.
“Soy mi cuerpo / atrapado por partículas / de otros cuerpos”. ¿Cómo se enuncian esos puentes desde la imagen que proyecta, para los demás y para sí mismo, un cuerpo doliente y enfermo? “Mi cuerpo pequeño / cruza límites helados / con la espalda encorvada / y un blanco camisón”. “Ya mis deudos aceptan que las cenizas / regresarán a las montañas”. “Mi esposo con sus manos tibias / baña mi cuerpo dolorido / con raíces y hojas de menta”. “Me afeito la cabeza / y empiezan las preguntas / sobre lo que dejamos de hacer”.[9]
En definitiva un discurso en el que se asume la necesaria identidad de “yo soy mi cuerpo”, como primer paso a la siguiente puerta, la asunción de la unidad entre cuerpo y alma.
BIBLIOGRAFÍA
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[1] SAN AGUSTÍN. Obras completas de San Agustín. 41 volúmenes. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. ISBN 978-84-220-0448-6.
[2] HABERMAS; EL DISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD, Editorial Taurus, Madrid, 1989. ISBN 84-306-1290-4. Katz Editores, Madrid, 2008. ISBN 978-84-96859-29-6
[3] NANCY JEAN LUC, Corpus, editorial Arena Libros, Traducción de Patricio Bulnes,ISBN: 84-95897-09-1, Madrid, 2003.
[4] NANCY JEAN LUC, El intruso, editions Gallileé, parís 2000, traducción Margarita Martínez, Colección Nómadas, Buenos Aires, Amorrortu, 2006.
[5] NATHAN, JOHN. Mishima. Biografia, ISBN: 8432231223,
Biblioteca De Bolsillo, Barcelona , 1995.
[6] TROSMAN CARLOS, ORLAN: El Arte Carnal y la ruptura del concepto social de cuerpo, Revista Topía, http://www.topia.com.ar/articulos/orlan-el-arte-carnal-y-la-ruptura-del-concepto- social-de-cuerpo, 29 April 2006
[7] ORLAN, Manifiesto “Carnal Art”, www.orlan.net
[8] “El Daviddelfín más provocador”, Diario ABC, edición nacional, 13 de junio de 2008, Madrid, p.112 [9] QUEVEDO ALEYDA, “Soy mi cuerpo”, Revista Alforja, número 31, México, 2004.