La periodización de la historia nos ha ido llegando a través de la reflexión sobre las maneras de concebir el paso del tiempo que nos han aportado los filósofos que de ello se han ocupado. Dos concepciones van así a configurarse: una periodización rectilínea o la circular de Nietzsche que se acerca, de alguna manera, a la cíclica de Vico.
Para las teorías que consideran el proceso histórico como algo lineal, la existencia histórica es tan sólo una meta. Dicho objetivo puede ser trascendente y, de esta manera, lo suprahistórico hace que exista la historia, pero también inmanente, como la concepción de Voltaire, Hegel o Marx, quienes otorgan al proceso histórico la idea de progreso creciente ya sea científico, económico, cultural o moral. Muchas de estas filosofías han llegado a afirmar que el progreso se rige por un plan universal por el cual el hombre habrá de llegar a otro estado. Sería el caso del milenarismo cuya visión afirma la certeza de que tendrá que llegar un tiempo, un milenio como decían los antiguos, en que tendrá lugar una renovación total del hombre. El Apocalipsis de San Juan de Patmos preconiza este plan universal donde la conciencia del juicio es, segun Nietzsche ( El Anticristo) la conciencia detener una deuda para con la divinidad. Pero no todas las visiones milenaristas son deudoras de la visión apocalíptica, y así encontramos el estado de paz perfecta que preconizaba Kant: el suyo era un sentimiento más filosófico que religioso, cuando esperaba un estado de paz perpetua, fundada en una liga de las naciones fruto de la razón.
Las concepción de Vico, y más tarde la de Nietzsche, negará el proceso lineal de la misma, aunque ambos partan de puntos de partida radicalmente diferentes: el primero desde la filosofía trascendental, pues para Vico el proceso histórico depende de una ley inmutable, de la Providencia. Por el contrario Nietzsche con la afirmación de que “Dios ha muerto”, liberará al hombre al fin de toda trascendencia, quien no habrá de buscar un fin fuera de él mismo. El sujeto de la historia es con Nietzsche el hombre en soledad y en responsabilidad propia, pasando así la vida a tener un constante carácter experimental. Pero ya para Vico, mucho antes, sólo lo histórico es auténtico, estableciendo así la indisoluble unidad de la teoría y la práctica, que se desarrollará más tarde, como acabamos de ver en Nietzsche (La gaya ciencia) y en distintas direcciones lo harán también Hegel, Marx o Freud.
Giambattista Vico (Nápoles 1668-1744) es una de las figuras más importantes de la cultura italiana y, sin embargo, es difícil encuadrarlo en la época en la que le tocó vivir, pues se mostró un ferviente adversario del racionalismo y de Descartes y, para combatirlo, volvió sus ojos a la tradición platónica renacentista, en una época que ya había superado tal etapa y que era plenamente consciente de todas sus posibilidades científicas, que desde Copérnico a Kepler a Galileo o a Newton habían hecho florecer una entusiasta esperanza abierta a un mundo nuevo. Y en medio de ese ambiente de euforia científica, un humilde profesor napolitano se atrevió a oponerse al cartesianismo y a rechazar el mundo de la física y de las matemáticas como los nuevos paradigmas para explicar el mundo, en un momento en que lo sorprendente y antiprogresista era negar su importancia.
Todo esto le llevó a centrar sus estudios en el mundo de la historia, el único que el consideraba que nos permitía observar la actuación verdadera de los hombres. Así postuló su famoso Verum ipsum factum : sólo podemos llegar a conocer lo que se ha hecho, por tanto sólo podremos conocer la historia que ha sido construida por el hombre. De esta manera, dado que el hombre no puede conocer el mundo de la naturaleza, obra de Dios, Vico se propuso estudiar lo que de eterna tenía la historia de los hombres. Fruto de estas reflexiones que le ocuparon toda su vida, surgió su obra más importante: La scienza nuova (1744).
Y así Vico estableció una diferencia, por primera vez, entre ciencias naturales y sociales, basada la primera en principios físico-matemáticos frente a la segunda. Esta ciencia nueva parte de la idea de que el mundo humano ha sido creado por el hombre a lo largo de la historia y las modificaciones de la mente humana explicarían el devenir de la historia. Sólo una historia de las ideas, costumbres y hechos nos permitirá establecer unos principios de la naturaleza humana que sean así los principios de una historia universal. El olvidado Vico fue con su Scienza nuova el creador del historicismo moderno, el primero que dio valor a la historia como fuente de la realidad, quien buscó leyes evolutivas para la sociedad, poniendo así las bases a la sociología y la antropología.
Para Vico las creaciones de los hombres (leyes, instituciones, mitos, rituales, religiones, música, lenguaje, obras de arte) son auténticas formas de autoexpresión, de comunicación. Por ello son la mejor y única fuente para penetrar en las mentes de los hombres que la hicieron. El lenguaje es la mayor clave para descender a las mentes de los hombres y, por ende, a la sociedad. Este descubrimiento fue absolutamente revolucionario e innovador, pues supo ver con claridad cómo el lenguaje está relacionado con un cierto tipo de estructura política y social, de religión y de moralidad.
Pero, ¿cómo es este devenir histórico? El decurso histórico de Vico sigue una parábola que pasa de una edad divina a una épica para más tarde concluir en una humana, yendo así desde la animalidad a la civilización, para luego volver a una repetición de los ciclos, es decir, a una nueva animalidad que vuelve a poner en funcionamiento el proceso. Se puede argumentar que una división histórica plagada de platonismo cristiano como la que propone Vico corre el riesgo de aprisionar los procesos históricos en un esquema único basado en el modelo europeo, pero no hay que olvidar que era el único que se conocía. Los ciclos no giran sobre sí mismos, sino que progresan hacia adelante (y en esto difiere del eterno retorno) como si de una parábola se tratara. Analizando este movimiento encuentra que existe una historia ideal, modelo ejemplar de las historias particulares sobre la que se forman las historias nacionales.
Para demostrar este devenir histórico de la historia ideal, Vico estableció una serie de principios que él llamó degnità, a través de los cuales interpreta el pasado. Así establece con respecto al devenir histórico una progresión, una especie de orden evolutivo o recorrido (corso) que va desde lo moral a lo psicológico pasando por lo social:
Evolución psicológica Evolución social Evolución moral
Los hombres se procuran lo necesario Las selvas, Naturaleza cruel,
luego lo útil; traslado a las chozas. luego severa,
se dan cuenta de la comodidad; Las ciudades. más tarde benignos, sucesivamente se deleitan con el placer, el lujo; naturaleza refinada, perdido el seso, derrochan los bienes. Las academias. y por último disoluto.
Las tres fases en las que Vico divide el decurso humano son la edad divina que representa la infancia de la humanidad, teocrática y sacerdotal, cuyo idioma también es sagrado, expresado a través de jeroglíficos. El hombre busca entonces el sentido del mundo a través de las divinidades y la magia. La segunda es la épica o heroica, en la que triunfa la imaginación sobre los sentidos, por lo que el lenguaje encuentra su referente en los símbolos. La tercera es la humana, en la que se busca la explicación intelectual del mundo. Pero el exceso racionalista prepara la anarquía y la barbarie, por lo que se volvería (ricorso) a la primera edad. Los ricorsi o recurrencias son necesarios para Vico porque la verdad llega a desembocar en la abstracción, y por ello, el espíritu necesita entonces volver a lo espontáneo, a una infancia renovada de los sentidos. La reflexión nos trae una época demasiado humana, pero una sociedad basada en la abstracción da la espalda, según Vico, a la existencia concreta. Así, a través de los ciclos y recurrencias Vico, desde la lógica trascendental, nos hace volver a lo permanente, a la caverna. Este patrón viquiano muestra que la historia de cada país se repetirá. Esto significa que no sólo casi todas las naciones pasarán por un proceso semejante sino que, al final, renacerán de un estado de barbarie muy semejante a aquél del que surgieron, después de lo cual se producirá el mismo proceso: un retorno constante. Aunque partiendo de opuestos parámetros, para Vico y Nietzsche la historia ha dejado de ser una meta para pasar a ser un puente.
El patrón cíclico de la historia que Vico adopta no será aceptado en el siglo XVIII, cuya idea de la historia se fundamenta en el progreso lineal. Pero, además, no podemos olvidar que esta vidión también se opone a las enseñanzas de la Ilustración, según la cual los vicios, crímenes y demás miserias humanas se debían, principalmente, a la falta de maestros con suficiente virtud y autoridad que ayuden a la humanidad a caminar por la senda correcta. Vico con la visión de una historia ideal eterna a través de la cual la naturaleza humana se transforma a sí misma y con ella a la sociedad en la que vive, niega tal posibilidad. El hombre es capaz de transformar su entorno, es el motor de la historia, mas de una historia que no es ya una lista de personajes ilustres, sino la historia humana, aunque quizá no aún demasiado humana, como diría Niezsche.
Estas tres fases de la historia de la humanidad corresponden a las tres fases correlativas del desarrollo del individuo: un primer momento de mera sensibilidad, durante la cual los niños sienten sin percatarse de ello; un segundo momento de pasión y fantasía, en el que los jóvenes ”advierten con ánimo perturbado y conmovido”; y un tercero, el de la plena razón, en la que los adultos “reflexionan con mente pura”. A las dos últimas fases les corresponden, respectivamente, el mito o poesía y la filosofía. Así también se opone al olvido por parte del cartesianismo de la poesía, más centrado en la prosa, científica o no y en el teatro con fines didácticos. Para él el nacimiento del mito está ligado a una época histórica en la que, al ser más agudos los sentidos y las pasiones y estar más desarrollada la fantasía, el hombre piensa mejor a través de imágenes y mitos poéticos.
Por todo ello el mito es el medio de expresión más idóneo y más flexible, pues la conciencia mítica es el principio de todas nuestras afirmaciones. Para Vico el mito y los símbolos constituyen un lenguaje originario, prerreflexivo, a partir del cual debemos reflexionar. De ningún modo Vico, como fue acusado por sus contemporáneos, se opuso a la razón, sólo que él se negaba a perder la inteligencia intuitiva. La función de la razón sería para él, exclusivamente, la de armonizar la vivencia para llevarla a la experiencia. Vico supo captar antes que Schelling, Nietzsche, Freud o Jung el papel fundamental, desde el punto de vista formativo, de los mitos, vistos como imágenes arquetípicas y simbólicas.
De la misma manera que Vico se enfrentó al cartesianismo imperante que buscaba en la razón todo fundamento de la existencia, también Nietzsche escribe sus obras en abierta oposición al Naturalismo que prima en ese momento en Alemania para el que la literatura, como para los ilustrados, sirve para educar y para mostrar una transformación que tiene su consecuencia en el futuro. Si el Naturalismo busca presentar a los personajes en su medio social, la imaginación, como ocurría en el Neoclasicismo, queda prácticamente fuera de esa descripción precisa. Las corrientes que se enfrentan al Naturalismo se centrarán en esa parte que aquél olvidó, la parte más irracional e interior del hombre, el aspecto dionisíaco del arte. Y aquí aparece Nietzsche, para recordarnos el inmenso poder de lo irracional, como también lo hizo Vico en la Nápoles ilustrada de las academias.
Los mitos son también, según Vico, la mejor manera de comprender y reaccionar ante el mundo y, si bien eran comprensibles para quienes los crearon, nosotros deberemos echar mano de la fantasía no pocas veces para interpretarlos. Con esta defensa de los diferentes mitos que atesoran los distintos pueblos, podríamos decir que se anticipa así a la actual visión que defiende el pluralismo cultural, en el que se defiende que cada cultura tiene sus propios ideales y su propia escala de valores. Su valentía fue, en este aspecto, enorme, pues oponerse a la concepción de la ley natural entendida como universal era un atrevimiento en el siglo de los grande juristas, para quienes las leyes eran tan ciertas como las matemáticas. Para Vico, por el contrario, las leyes evolucionan en las diferentes fases en que analiza el devenir histórico.
De esta manera tanto Vico como Nietzsche acabaron volviendo su mirada al mundo mítico y simbolíco de la literatura griega. Para Vico Homero junto al denostado Dante Alighieri, ambos bárbaros para los ilustrados, se convierten en modelos de exaltación pues son capaces, al vivir en una época semibárbara, de crear sus obras a través de mitos imaginativos. En relación con esta defensa de la literatura que recrea el mito, no debemos olvidar que Así habló Zaratustra no es sólo una obra filosófica, sino también una obra literaria que recrea, a través de una parábola, un mundo simbólico, una realidad con un tiempo, un espacio y unos personajes míticos: otra realidad que se sitúa fuera de sí misma. El mismo Nietzsche fue bien consciente de ello, llegando a decir que con Zaratustra creía haber llevado a la lengua alemana a su perfección.
El rechazo de algunos de los pilares de la Ilustración llevó a Vico a la soledad intelectual y sólo más tarde serán valoradas sus tesis. Sin embargo, la obra de Vico demuestra que la crisis del hombre moderno estaba ya tomando forma bajo la aparentemente calma de la Ilustración y de ahí la nostalgia de un paraíso perdido que luego tomará forma en el inmediato Romanticismo.