El antecedente del cabaret lo podemos encontrar en el café-concert, nacido siglo XIX con la Revolución Francesa como lugar donde la gente iba exclusivamente a bailar y a divertirse (uno de los más conocidos fue el Moulin de la Galette). Los creadores de los primeros cabarets querían algo más intelectual e inconformista, locales que fueran adecuados para los cantautores o donde, por ejemplo, se pudiera bailar el can-can, baile creado a mediados del siglo XIX que a muchas personas les parecía escandaloso y, además, demasiado difícil, y, por lo tanto, completamente inadecuado para un café-concert.
Le Chat Noir, fundado en el barrio bohemio de Montmartre de París en 1881, fue el primer cabaret famoso. Entre sus clientes habituales había muchos escritores, pero la mayoría eran pintores y estudiantes de Bellas Artes. Solían actuar cantautores y se representaban espectáculos de teatro de sombras.
En 1889, en el barrio rojo parisino de Pigalle fue construido el Moulin Rouge, donde lo más característico eran las bailarinas de can-can.
En la primera década del siglo XX se creó el primer cabaret alemán conocido, el Überbrettl (Teatro Rojo).
En 1916, el Cabaret Voltaire, en Zúrich, fue fundado por los dadaístas. Artistas reconocidos de este movimiento como Tristan Tzara y Marcel Jank de Rumanía, el francés Jean Arp y los alemanes Hugo Ball, Hans Richter y Richard Huelsenbeck, se reunieron en varios encuentros informales en distintos cafés, y empezó a tomar forma la idea de crear un cabaret internacional. La primera celebración tuvo lugar el 5 de febrero de 1916 en el Cabaret Voltaire, y consistió en un espectáculo de variedades con canciones francesas y alemanas, música rusa, música negra y exposiciones de arte (cabe destacar que una amplia lista de artistas se refugió en Zurich durante la primera guerra mundial). El objetivo era integrar diferentes formas de expresión dentro de un Gesamtkunstwerk (obra de arte total) que reflejaría los absurdos de la guerra y la búsqueda de un significado para la generación sobreviviente de la conflagración mundial. Sería allí donde Mary Wigman y Rudolf Van Laban, en una etapa fundamental para su desarrollo artístico, y dentro del grupo de exiliados, colaborarían en el cabaret revolucionando, al igual que el movimiento Dadá en otras esferas, el mundo de la Danza. Se trataba de crear “poesía absoluta, arte absoluto y danza absoluta”
Nietzsche era para el fundador del cabaret, Hugo Ball, el destructor de la moralidad caduca y el instaurador del espíritu dionísiaco del que el Cabaret intentaba ser un bastión”.
“Come to the cabaret” pero no serás el mismo cuando salgas de él.
Porque el cabaret es esa espiral de cuerpo inmanente sin origen, sin fin, porque no se detiene, porque canta y baila sin reposo, porque la verdad, esa verdad que sólo existe en
estado móvil, está aquí.
Porque ser artista de cabaret puede significar vivir una vida como la inmortal Sally Bowles, elegir no quitarse las pestañas fuera del cabaret y vivir con la sofisticación de una uñas verdes. Porque se puede llevar fuera del cabaret la misma pasión con la que se canta y baila dentro. Porque vive bailando y bailando sobrevive. Porque ella puede elegir no llevar pestañas y uñas cuando decide ser hija y madre… y fracasar… y volver a las uñas verdes y a la máscara, y poder ser lo que ella quiera, perseguidora de sueños.
“Dejen sus problemas fuera, ¿la vida es decepcionante?, ¡olvídenlo!, ¡no tenemos problemas aquí!, aquí la vida es hermosa, las chicas son hermosas, incluso la orquesta es hermosa…”. El cabaret puede ser la música que alguien escuche para moverse.
Entramos como público en un lugar vanguardista con paredes repletas de obras de arte que promete alejarnos de los problemas de cada día y trascendentalmente evadirnos, ése es el reclamo de un público que no espera otra cosa que reir, beber, disfrutar y por un ratito, olvidar. Y ésa es la magia del cabaret, el reclamo de liberación, y así será para aquellos que no escuchen su verdadera música.
Eso que me dices… ¿hace que me mueva?
Y usted, ¿Qué hace con su vida?
Nos sentamos y aparece un singular Maestro de ceremonias con la cara maquillada de blanco debajo de unos pronunciados coloretes acordes con sus labios, y una trasgresora mirada adornada con unas gigantescas pestañas. Nos parece divertido, pero no sabemos lo que esa máscara está diciendo. Se la ha puesto, igual que sus compatriotas en el frente la usan para no oler el gas en la batalla, en el cabaret la llevan para no oler el asco que les da todo lo que está ocurriendo al otro lado de la puerta de su lugar de trabajo. Llevan máscara, se tapan el rostro y liberan su cuerpo. Será “El león riente”, el que se ríe de sí mismo, de lo más sagrado y de lo que no tiene ninguna gracia.
“Todo lo que es profundo, ama la máscara” Nietzsche “No hay más metafísica que la metafísica del artista”.
Los artistas sobre el escenario rebosan disciplina y preparación, cuerpos entrenados y preparados para la Danza, la mezcla perfecta de Apolo y Dionísios, Apolo por fuera, Dionísios por dentro. Ataviados con vestuarios vanguardistas hechos por artistas que dedican su vida al arte, que son arte, como ellos.
Aquí la música no deja de sonar, aquí no se deja de bailar… es el paraíso. El cabaret será lo otro, aquello que irresistiblemente te atraiga y donde desees volver. Además perderás la memoria al salir, y te permitirá gozarlo de nuevo.
“Si algo produce placer, repetidlo”
Los actores del cabaret son genealogistas, buscan las mayúsculas en las minúsculas, miran cómo ha acontecido todo realmente sin mitos. Describen, no valoran. Despiertan, no convencen. Son capaces de crear el arte del consuelo intramundano, la risa. Son capaces de contarte una verdad, en la que ellos creen en ese momento, escúchalos, mañana puede ser otra.
“Lo humano, demasiado humano”
Mediante la risa grotesca, la risa crítica harán que el público ría… ríe, ya llegarán los motivos. No es un acto mecánico, será un acto de voluntad de poder.
“El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa.”
Son filósofos porque tratan de favorecer la actividad de la pasión más fuerte, muestran al sujeto moderno lo que está pasando en el mundo. Pueden ser el niño después de ser camello y león.
“La risa es el puente de la metafísica trascendental al mundo del Arte, la Música y la Danza” eso es el cabaret.
El público puede ser cada hombre que nunca será superhombre, o, no. Puede escuchar esa música que le hace moverse, reírse de si mismo, tener una revelación e iniciarse en el camino de hacerse superhombre, renacer, o no.
Cabemos todos, los que sólo han conseguido tocar las tres cuerdas de la lira y quieren beber y disfrutar, los que son capaces de hacer sonar una más y pierden su fe por querer saber la verdad…
Y los que llegan a tocar con cinco…
Y aquellos a los que sólo les falta una para que su lira suene…
Porque los que tocan con las siete cuerdas estarán en el escenario con una máscara trabajando en su obra de arte total e intentando hacer una música que te haga mover.
Imaginemos el nombre de ese cabaret en el que ves carteles y cuadros invocando a Apolo, en el que el ambiente a querer y desear vivir sea tal que al entrar te conviertas en un iniciado dionisíaco, en el que la música que suene sea imparable y te haga bailar, y bailar, en el que los artistas que actúan tengan tanto talento, muestren una obra de arte total que literalmente se levante el cabello de tu nuca, que cada frase que dicen te haga mover, que cada nota que de la orquesta te haga sentir, y olvidar, será un lugar sin memoria, para poder repetir y volver a gozar, donde la organización sea perfecta, con un orden geométrico intachable, artistas disciplinados en el escenario rebosando técnica e improvisación… ¿Qué tal si le llamamos Cabaret Nietzsche?
“La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre”.