Las artes escénicas pueden abordarse desde el punto de vista creativo, como objeto de investigación, de enseñanza, como arte y disciplina, y también como sector. Como sector económico dentro de la actividad comercial nacional. Es desde este punto de vista como se abordará a continuación.
El sector de las artes escénicas se diferencia de otros sectores culturales, como el de las artes visuales, el sector cinematográfico, el editorial o el musical, en que se refiere a las “artes vivas”, y esta vida adquiere dos sentidos, en las artes escénicas el arte que se representa es arte vivo, el cuerpo es el objeto artístico, el cuerpo en movimiento. Pero además, son artes vivas por la representación en vivo y en directo, es el arte que se representa en un escenario.
Es cierto que en ocasiones estas representaciones en vivo se graban y proyectan en pantallas, como las experiencias de algunas salas cinematográficas que proyectan espectáculos de danza u ópera. También están las iniciativas que proyectan los espectáculos teatrales, dancísticos o conciertos en “streaming”. De hecho, a las propuestas que desde hace tiempo pueblan el espacio virtual, como Teatroteca.teatro.es, Teatroateatro.com, Teatrix.com o Playtheatres.com que intentan copiar el modelo audiovisual de Netflix o HBO, se suman las numerosas iniciativas surgidas a partir de la pandemia que ha azotado el mundo en 2020, donde los espectadores pueden ver obras representadas a través de Internet. Las diferentes pantallas son, en este sentido, los nuevos escenarios. Se pierde la cercanía, el directo, el contacto, la experiencia es distinta, pero es una manera de sortear las dificultades del confinamiento y las nuevas circunstancias impuestas por el coronavirus. Aunque estas iniciativas diluyen la esencia de las artes escénicas, pueden representar una nueva ventana de explotación comercial, acercando las artes escénicas a públicos diferenciados, los más jóvenes o los que tienen dificultades, de salud o económicas, para acudir a la representación en directo.
Salvo estas representaciones audiovisuales, el sector de las artes escénicas se caracteriza por su representación escénica. Pero esta representación puede ser diversa, por eso el sector está compuesto a su vez por varios subsectores, diferentes actividades que comparten todas ellas el arte vivo en los escenarios. En primer lugar, están los espectáculos teatrales, en segundo lugar, la danza; un tercer ámbito lo constituye la lírica, englobando la ópera y la zarzuela, siempre que supongan alguna puesta en escena, ya que aquellos recitales o conciertos que no incluyen dramatización están incluidos en el capítulo de música clásica. Y es que la música en vivo, los conciertos de música clásica y de música actual, son un subsector que comparten la esencia de la representación escénica, pero el compartir el elemento artístico y cultural con la industria musical hace que también compartan importantes sinergias. De hecho, las estadísticas sectoriales diferencian el sector de las artes escénicas de los conciertos de música, considerando estos últimos como parte de la industria musical, o un subsector independiente de las artes escénicas, denominado el sector de la música o del espectáculo.
En lo que respecta al sector de las artes escénicas, teatro, danza y lírica, en el último año 2019 representó una facturación total de 238.980.473 euros, según datos del Anuario de la SGAE. Ahora bien, no todos los subsectores tienen la misma importancia, el sector que más notable es el del teatro, con el 86,8% de todos los ingresos de las artes escénicas. Este porcentaje es el mismo que en 2018, aunque hay que anotar un ligero descenso de su cuota sobre la recaudación total desde 2016, cuando la cifra fue de un 87,5%. En todo caso el teatro es más del 80% de lo que representa el sector, y corresponde a 207,39 millones de euros en 2019, lo que supone un incremento de 2,6 millones más que en 2018.
En lo que respecta a la danza, que incluye las manifestaciones de ballet clásico, danza moderna y contemporánea, flamenco y otros folclores españoles y extranjeros, representa en el conjunto de las artes escénicas el 4,2% del total en 2019, la misma cifra que el año anterior. Este porcentaje se ha mantenido prácticamente estable en los últimos seis años, oscilando apenas una décima arriba o abajo. La danza es, de las modalidades de artes escénicas, la que presenta un porcentaje más pequeño de la recaudación total, por debajo incluso del género lírico, la danza recauda 8,7 millones de euros mientras que la zarzuela y la ópera alcanzan casi los 23 millones de euros, aunque tienen una producción menor, obviamente porque las entradas son más caras.
A pesar de tener una recaudación menor, la facturación de la danza también ha aumentado en 2019, siendo el tercer año consecutivo que crece. Se trata de un incremento del 1,7% (142.791 euros más que en 2018), inferior al 1,9% de 2018. No obstante, no llega ni siquiera a ser el 50% de lo que se obtuvo en 2008, 11 años atrás, cuando las representaciones de danza alcanzaron una facturación por recaudación de entradas de 18,48 millones de euros, pero luego vino la crisis económica y esas cifras no se volvieron a alcanzar.
El peso indiscutible del teatro, por encima de la danza y la lírica, también se manifiesta cuando se analiza la producción y el consumo. En cuanto al número de funciones, las representaciones teatrales pasan de 46.889 en 2018 a 47.372 en 2019. Con respecto a la danza, en 2019 tuvieron lugar un total de 2.160 representaciones de danza en cualquiera de sus modalidades. Este dato supone 50 representaciones más que en 2018. Con respecto a la lírica, se representaron 1.334 funciones.
En cuanto al consumo, los espectadores de las funciones teatrales pasan de 12.233.344 en 2018 a 12.439.175 en 2019, es decir, hay un crecimiento en este indicador de un 1,7% (205.831 asistentes más), una décima más que en el año precedente. Así pues, cerca de 12 millones de espectadores respaldaron con su asistencia al teatro en nuestro país.
En lo que respecta a la danza, su cuota sobre el volumen de espectadores supone un 6,5% sobre el total de los asistentes a artes escénicas de 2019. Es el mismo porcentaje que en 2018 y sufre pocas oscilaciones en el tiempo. El número total de espectadores que acudieron a alguna función de danza en 2019 fue de 926.278 individuos, frente a los 904.864 espectadores de 2018, un incremento de la audiencia del 2,4% (21.414 personas más), algo inferior al 3,6% de subida que hubo un año antes. En todo caso no llegan al millón de espectadores los que asisten a un espectáculo de danza.
Con respecto a la lírica, en 2019 los asistentes a género lírico tampoco llegan al millón, fueron, en 2019, 777.754 personas, un 4,5% más que en el año precedente, pero también muy lejos de 2008, momento álgido, cuando se produjo la cifra más alta de todo el periodo, con 1,27 millones de espectadores). A partir de ese año, la curva muestra un descenso muy acusado, hasta llegar a 2015, con solo 660.000 espectadores (aproximadamente la mitad que en 2008), momento en el que se empieza a registrar una tímida subida que se ha mantenido hasta la fecha.
Así pues, la evolución en todos los subsectores muestra una caída muy importante de las cifras entre 2009 y 2013 y luego un suave repunte que dibuja una línea casi plana, con ligera tendencia al alza, particularmente en los dos últimos años 2018 y 2019, augurando un nuevo batacazo en 2020 por el efecto de la pandemia.
Producción y difusión
A la división por subsectores se añade la confluencia de dos ámbitos bien diferenciados que Bonet y Villarroya (2009) señalan como dos diferentes mercados: el de la producción y el de la difusión. Su dinámica está íntimamente relacionada: “En la primera, las compañías financian su actividad sobre la base del caché recibido por la venta de sus funciones a los teatros y de las subvenciones de las administraciones. En el segundo, festivales y espacios escénicos venden a los consumidores y reciben también subvenciones” Bonet y Villarroya (2009). El hecho de que la taquilla sea insuficiente para el funcionamiento del sector hace que estos dos mercados sean, en opinión de estos autores, “imperfectos”, muy dependientes de la administración y de los vaivenes políticos y económicos a los que está sometida.
Efectivamente el papel del Estado y de las diferentes administraciones en este sector de las Artes Escénicas es importante. De hecho, hay un organismo autónomo específicamente creado desde la estructura estatal para las Artes Escénicas: el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), donde se gestionan recursos, centros y líneas de actuación del Ministerio de Cultura y Deporte, además de ofrecer información sobre la labor de otras administraciones en este campo. Además de la gestión documental y docente, la labor más importante del INAEM es la gestión directa de los centros dependientes del Instituto que producen y exhiben creaciones en estas disciplinas: el Centro Dramático Nacional, la Compañía Nacional de Danza, el Ballet Nacional de España, Compañía Nacional de Teatro Clásico o el Teatro de la Zarzuela, a los que hay que añadir otros centros que se dedican a la música (Orquesta y Coros Nacionales, Joven Orquesta Nacional de España), o centros de difusión de estas artes (Museo Nacional de Teatro o el Centro de Tecnología del Espectáculo). A la gestión directa de estos centros, se suma la realización y ejecución de diferentes planes de apoyo a las artes escénicas y a la música, como la gestión de los numerosos festivales de teatro y danza que se proponen desde el INAEM, así como los premios nacionales o las actividades de mecenazgo.
Este papel importante del Estado en las Artes Escénicas también se evidencia en el peso específico de este sector en los Presupuestos Generales del Estado. En los PGE de 2018, actualmente en vigor, el presupuesto para cultura fue de 838 millones de euros, con una partida directa para el teatro, 51 millones de euros, y 101 para la música y danza, destinada principalmente a los grandes centros: 9.392 al Teatro Real, 7.111 al Liceu, 1.675 a la Maestranza y 600 al Palau de les Arts, destinando también partidas para los festivales de música y danza, diferentes asociaciones de danza o los archivos Manuel de Falla o Isaac Albéniz.
A la labor que se realiza a nivel estatal, hay que sumar el apoyo desde otras administraciones, tanto desde los diferentes gobiernos autonómicos como de los locales, con la gestión directa de centros y espacios escénicos, como de ayudas directas al sector. A modo de indicativo, en 2016 se destinaron desde los gobiernos autonómicos 114.211 euros de ayudas directas al teatro, 13.343 a la danza, además de 232.126 euros en concepto de otras ayudas a las artes escénicas y musicales en general (Muro, 2019).
Aunque las diferentes administraciones operen en el sector con diferentes compañías y centros escénicos, el protagonismo es de las iniciativas privadas, pequeñas y medianas empresas tanto en el ámbito de la producción como en el de la difusión.
En cuanto a la actividad de producción, el tejido en España está compuesto por numerosos actores diferentes. Los principales son las compañías, empresas comerciales cuya actividad es la producción de obras. No todas las compañías son iguales, cabría distinguir en esta categoría las compañías históricas, las compañías independientes locales o las compañías creadas “ad hoc” para una obra. A las compañías hay que sumar centros públicos de diferente naturaleza, y también asociaciones culturales que también crean obras. En todo caso, las compañías son el principal actor productor y suponen el tejido creativo, conformado en nuestro país por 4.144 compañías de teatro y 876 compañías de danza.
La característica principal de su conformación en España es el “minifundismo empresarial” (Colomer, 2016), puesto que son pequeñas y medianas empresas, con poco presupuesto y poca talla. A modo indicativo se puede señalar que el 60% de ese tejido tiene un presupuesto anual inferior a 25.000 euros y no han producido una función en tres años.
Otra característica de su estructura es la concentración geográfica, pues la mayoría se concentra en las principales ciudades, especialmente Madrid y Barcelona. En Madrid se contabilizan 1.008 compañías teatrales y 180 compañías de danza, 842 compañías de teatro en Barcelona y 113 de danza, frente a las 167 compañías de teatro y 25 de danza de Castilla la Mancha o las 232 de teatro y 21 de danza de Castilla y León.
En la parte de difusión, el protagonismo recae en los teatros. Hay 1674 espacios escénicos en España. Más de la mitad son teatros públicos de diferente naturaleza, los que más teatros de proximidad. Pero también hay teatros privados, de carácter comercial y no comercial, que conviven con otros espacios no teatrales. En el ámbito de la difusión también cobran especial protagonismo los festivales de teatro y danza, pues es de destacar su profusión, con unos 750 festivales de teatro a los que se añaden 375 festivales de danza.
También en lo que afecta a los espacios escénicos y los festivales se evidencia la concentración geográfica a favor de las principales capitales, Madrid concentra 283 espacios escénicos y 85 festivales de teatro y 63 de danza y Barcelona cuenta con 389 teatros y 100 festivales de teatro y 57 de danza. Frente a estas cifras, Andalucía cuenta con 211 teatros, aunque no se dista tanto del número de festivales, 110 de teatro y 85 de danza, aunque Galicia cuenta con 92 teatros y 45 festivales de teatro y 21 de danza o Extremadura con 41 espacios escénicos y 28 festivales de teatro y 11 festivales de danza.
Sea donde fuere, la actividad artística y creativa que protagonizan las artes escénicas es, cuanto menos, numerosa, y en ella están implicados numerosos colectivos profesionales: directores de escena, artistas, técnicos, gestores o distribuidores, a los que se añaden otros colectivos que están indirectamente relacionados con las artes escénicas, como los autores, la enseñanza o la prensa especializada. Aunque no hay datos específicos sobre la cantidad de personas que trabajan en el sector de las artes escénicas, sí que hay un cómputo concreto referido al ámbito de la danza. En este caso, en 2017 se computan un total de 5.186 personas, entre bailarines, coreógrafos y docentes (Muro, 2019). Ese es el componente laboral, el componente humano de este sector.
Un sector que, visto con cierta perspectiva histórica, logra asentarse tras la implantación de la democracia en nuestro país, pues en la transición confluyen el apoyo de unas instituciones ya renovadas, por un lado, con las iniciativas creativas que han surgido en esos años, de denuncia, de arte experimental que vive la calle, por otro. La España de las Autonomías en los ochenta multiplica los espacios escénicos, sobre todo de proximidad, pero también alienta expresiones escénicas que vehiculan el sentimiento y las voces que la dictadura callaba. Un impulso que el boom económico también estimula y que permite no solo la inversión necesaria sino el respaldo del público. La ciudadanía, ávida de cultura, empieza a normalizar la asistencia a actos culturales, también a los escenarios.
La crisis económica
Pero ese ambiente idílico acaba en 2008. La crisis económica que azota a nuestro país penaliza la taquilla: la gente no tiene dinero y evita los bienes que no son de primera necesidad, como los espectáculos y actos culturales. Al batacazo de la caída de la taquilla se une el más impactante de la supresión de las subvenciones. El Estado y las diferentes administraciones también reducen su aportación a la cultura y, especialmente, al teatro. La Administración General del Estado pasó de destinar a Cultura 1.135 millones de euros en 2009, a apenas 662 millones en 2016. Y sin el apoyo institucional, las artes escénicas se ahogan. Y por si fuera poco, el verano de 2012 se aprueba el Real Decreto Ley 20/2012 del 13 de julio que eleva el IVA de las entradas, del 8% establecido hasta ese momento, reducido por ser una actividad cultural, al 21%, como el resto de los productos.
El efecto va a ser “devastador” (García, 2013), desde 2008 a 2017 se percibe un descenso del 33% en funciones: 25.000 menos; de un 30% en espectadores: 6 millones menos y un 15 % en recaudación: 30 millones de euros menos, que hace que se hayan perdido 600 puestos de trabajo directos. Esas son las cifras de la crisis.
Mucho se ha hablado del impacto de la crisis en el sector cinematográfico, donde la subida del IVA concentró numerosas manifestaciones, y efectivamente de 2007 a 2017, el cine bajó un 26% en las películas proyectadas y un 7% en las entradas vendidas; pero el teatro y las artes escénicas en general bajaron más, un 31% bajaron las representaciones teatrales en esos diez años, un 57% las funciones de danza y un 27% las líricas. Con respecto a las entradas vendidas, la evolución en esos diez años de las tres artes escénicas también fue negativa: un 24% menos de entradas vendidas en el teatro, un 47% en danza, un 43% en lírica.
Detrás de estas cifras hay nombres, compañías que han tenido que cerrar, como la mítica de Víctor Ullate, cuando en el verano de 2019 admitió que la falta de subvenciones había comprometido su futuro.
Frente a este panorama desolador, el sector, haciendo gala de su creatividad y talento artístico, propuesto alternativas que trataban de conquistar de nuevo a la gente, una nueva manera de interaccionar con el teatro, como las experiencias de microteatro, la agrupación entre salas y compañías para compartir gastos o el convertir salas en bares… propuestas que reinventan la experiencia escénica para seguir manteniendo el público. Pero los momentos difíciles no dan respiro, y a este sector todavía le queda un reto por superar, puesto que en 2020 la crisis del Coronavirus vuelve a amenazar seriamente su existencia.
Primero por el confinamiento decretado durante tres meses, que cierra a cal y canto los espacios escénicos y cualquier actividad profesional en este ámbito. En segundo lugar, por la apertura en la desescalada que limita la apertura a solo un tercio de los espectadores, un aforo que las asociaciones del sector lo consideran inviable, de hecho, numerosos teatros comerciales han desistido de reabrir, y cuando abren, están sometidos a unos protocolos complicados. Efectivamente hacer teatro, danza, zarzuela u ópera en estas circunstancias exige un plan de prevención específico para cada espectáculo, teniendo en cuenta las singularidades de cada uno, como el número de intérpretes o la distancia entre ellos en el escenario. En todo caso, el protocolo solo obliga al uso de mascarillas en los ensayos, no en las funciones, sometiendo a los artistas al peligro del contagio. De hecho, se han registrados casos, aunque son minoritarios. Para evitarlos, se pueden realizar test diagnósticos, aunque en las producciones teatrales, como no manejan tanto dinero como en otros ámbitos, son limitados, situación que está llevando a los actores principales a pedir más medidas y más ayudas para solventar esta situación de riesgo.
En definitiva, tiempos de incertidumbre que se ciernen sobre el sector de las artes escénicas, que tiene que demostrar, de nuevo, su necesidad para sobrevivir.
Fuentes:
Bonet, L. y Villarroya, A., 2009: La estructura de mercado del sector de las artes escénicas en España. Estudios de economía aplicada, Vol. 27-1, 197-222.
Colomer, J., 2016: Estudio sobre la situación de las artes escénicas en España. Academia de las Artes Escénicas de España.
García, R., 2013: “El sector del teatro se desangra por el devastador aumento del IVA. El país, 21 de marzo.
Muro, R., 2018: Informe sobre las artes escénicas en España, su financiación y situación laboral (2018). Estudio marco y encuesta a los profesionales del sector. Observatorio de la academia.
SGAE, 2019: Anuario de Estadísticas culturales. SGAE.